Para los griegos el origen del
mundo nació de un primer ser llamado Caos, que en este contexto no equivaldría
a desorden, sino que se le describe como un ser hueco y vacío, previo a todo.
Después aparecieron Gea o Gaya, la Tierra, Tártaro, que es lo que más se
aproximó al infierno cristiano y finalmente Eros, el amor. Este último es el
que acepta más posibilidades en su origen, ya que si bien Hesiodo lo hace
aparecer de la nada, ya que se consideraba que el amor era una entidad
necesaria para que esos primeros seres iniciasen la reproducción entre ellos,
que llevase a la aparición de otros, generación tras generación, otras
versiones lo hacen hijo de Afrodita, diosa de la belleza y el deseo sexual y
Ares, dios de la guerra, o de Hermes, dios del comercio y de los ladrones, al
considerar que esas primeras relaciones no fueron producto del amor, sino de la
necesidad. Incluso en otra versión que da Platón en “El Banquete” lo hace
descendiente de Penia, la pobreza y Poros, el medio de hacer riquezas.
De Caos surgieron Nix o Nicte, la
noche y Erebo, el mundo subterráneo, al que muchos confundieron con el
infierno, cuando este abarcaba mucho más, es decir, todo lo subterráneo que
existía.
Estos fueron la primera
generación de dioses, es decir, los dioses primigenios.
De Erebo y Nix nacieron Eter y
Hembra (el día), que personificaron respectivamente la luz celeste y terrestre.
Con la luz, Gea cobró
personalidad y empezó a engendrar por sí sola. Es así como surgió Urano (el
cielo estrellado). También produjo las altas montañas.
Este contempló a su madre desde
las elevadas cumbres, y derramó una
lluvia fértil sobre ella, naciendo así las hierbas, las flores y los árboles
con los animales que formaron como un cortejo para cada planta. La lluvia
sobrante hizo que corrieran los ríos y al llenar los bajos se originaron los
lagos y los mares, todos ellos deificados con el nombre de titanes:
Océano-Ceo-Crío-Hiperión-Cronos; y las titánidas:
Temis-Rea-Tetis-Tea-Mnemosine-Febe; de ellos descendieron los demás dioses y
hombres.
Además Urano y Gea crearon otros
hijos de terrible aspecto: los tres cíclopes primitivos:
Arges-Astéropes-Brontes, quienes tenían un solo ojo redondo, eran inmortales, y
representaban respectivamente el rayo, el relámpago y el trueno. Finalmente,
engendraron a los hecatónquiros o centimanos, tres hermanos con cincuenta
cabezas y brazos cada uno que se llamaron: Coto-Briadero-Giges.
Por su parte la noche engendró a
Tánatos (la muerte), a Hipnos (el sueño) y a la batalla otras divinidades como
las hespérides (celosas guardianas del atardecer cuando las tinieblas empiezan
a ganar la batalla de la luz diurna, fenómenos que se repite cada día), las
Moiras (defensoras del orden cósmico, representadas con hilanderas que rigen
con sus hilos los destinos de la vida) y Némises (la justicia divina,
perseguidora de lo desmesurados y protectora del equilibrio).
Jesús Palomo de Guzmán 1ºA de Bachillerato
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